viernes, 25 de mayo de 2012

Jamás había probado un desayuno tan bueno


El olor a chocolate y a pan tostado lo llevó directamente al comedor. Sus padres, sus nuevos amigos y otras personas estaban sentados alrededor de una mesa larga, cubierta con un mantel de cuadros rojos y blancos, mientras Maika y otra mujer se encargaban de servirles. Ocupó una silla vacía en una esquina de la mesa, respondió afirmativamente a la pregunta de si había dormido bien y untó con mantequilla una rebanada de pan tostado antes de introducirla en un tazón de líquido humeante. En casa casi nunca desayunaba, a pesar de que había oído decir cientos de veces a su padre que el desayuno era la comida más importante del día y que era preciso desayunar bien para enfrentarse con ánimo a la jornada laboral. Un vaso de cacao frío y, a veces, un par de galletas o una magdalena de bolsa era lo máximo que tomaba. No tenía tiempo que perder, pero en aquella casona las cosas eran distintas, y jamás había probado un desayuno tan bueno.

MARTÍNEZ DE LEZEA, Toti (2011): Muerte en El Priorato, Madrid: Alfaguara, pp. 38-39

domingo, 20 de mayo de 2012

El ocupante

Cuando regresó a casa, tras visitar a Nuria, los padres no habían llegado, ni tampoco su hermano pequeño. Se sentó en el sofá del comedor pensando qué hacer. Se le ocurrió preparar la cena, alguna cosa sencilla, pan con  tomate y tortilla francesa, por ejemplo, y un poco de ensalada para acompañar. Aquel gesto servicial haría feliz a su madre. Pondría la mesa. Cenaría con ellos y, entre plato y plato, les recordaría la promesa de una semana atrás: que esta noche le iban a dejar salir con los amigos del insti. Eso era un buen plan. Miró la hora en el reloj. Los padres debían de haber ido de tiendas, o a visitar a Pablo. Todavía tardarían un rato. Tenía tiempo de preparar la ensalada y el pan con tomate y dejar batidos los huevos de la primera tortilla para echarlos al fuego justo cuando oyera la llave en la cerradura. Sí, era un buen plan.
Cuando ya estaba en la cocina y buscaba los ingredientes en la nevera para preparar la ensalada, sonó el timbre de la puerta. Alberto fue a abrir con un par de tomates verdes en la mano.
- Nos volvemos a ver, chaval -saludó el policía.
Alberto sintió que desfallecía. Otra vez aquel hombre... y en su casa.

ÀNGEL BURGAS (2010): El ocupante. Editorial Oxford, El árbol de la lectura: Madrid. Páginas 204-205.
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Ficha S.O.L.
Página personal del autor: ÀNGEL BURGAS.
Las ciudades fantásticas de Jacek Yerka
En aquell moment, la mare de l'Elwen va entrar al menjador amb una safata plena de menjar. La deliciosa aroma dels canelons els va obrir la gana i en Niko va desitjar que la fam que de sobte4 havia notat també assatgés els seus amics i els fes ajornar la lliçó per una estona.
Però l'Eldwen va colpejar amb la mà la superfìcie de la taula i va reflexionar en veu alta:
- Sembla molt sòlida, oi? Com ha dit la Quiona, el àtoms són els maons que construeixen la matèria. Però, encara que et costi de creure, els àtoms són formats majoritàriament per espai buit. Imagina-t'ho: si l'àtom tingués la mida d'un estadi de futbol, el nucli seria com una pilota de ping-pong al centre del camp i els electrons serien uns quants punts minúsculs corrent per les grades. La resta és buida. Malgrat que el que veus sembli sòlid, hi ha més forats que formatge...
- Per això t'has fumat de lloros -es va mofar la Quiona mentre es menjava un caneló.
- Pot ser que aquests canelons siguin buits, com dieu, però són bestials! -digué en Niko, una mica mosquejat pel recordatori de la seva ridícula escena. La fada era increïblement guapa, però tenia unes maneres de setciències que...

SÒNIA FERNÁNDEZ-VIDAL (2011): La porta dels tres panys. Editorial La Galera: Barcelona. Pàgines 66-67.

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domingo, 13 de mayo de 2012

Operación Beowulf

Mariona Cabassa (2002): Cuento para contar mientras se come un huevo
Eran las siete de la mañana del miércoles y Laura y David desayunaban en la gran cocina de la mansión Phillips. La luz de aquel día de mayo penetraba con fuerza por la gran ventana arrancando reflejos dorados de los recipientes y utensilios que colgaban de las paredes. El aparato de radio estaba encendido y sintonizado con la BBC. Un locutor leía el último parte de guerra y alertaba a la población de la presencia de espías enemigos (una advertencia de lo más oportuna, como Laura sabía muy bien). Luego sonó el "Dios salve al Rey". De no ser por la cháchara bélica que brotaba del aparato de radio, a Laura le habría resultado fácil imaginar que aquella era una escena recuperada de su infancia. Los deliciosos olores, las vajillas de porcelana de su madre reluciendo en los aparadores, la primavera inglesa restallando en el jardín, justo al otro lado de la ventana, la familiar imagen de Martha (algo más canosa, algo más encorvada) atareada en los fogones... todas eran imágenes tan familiares que, si entornaba los ojos y dejaba vagar su imaginación, la muchacha podría llegar a creer que volvía a tener diez años. La infancia había quedado muy atrás y era necesario tomar decisiones de adulto si es que querían tener alguna posibilidad de librar a la familia de David de las garras de los nazis.Y a ese propósito, a tomar decisiones y trazar planes, habían dedicado buena parte de la noche. Entre ambos apenas sumaban cinco horas de sueño, pero ninguno de los dos se sentía fatigado. La madrugada los había sorprendido discutiendo el plan de acción para el día siguiente, ahora que estaban seguros de dónde debían buscar la tumba. O por lo menos Laura lo estaba, aunque David no podía evitar mostrase escéptico.
- No sé qué decirte, Laura. Te repito que he explorado esa zona de los túneles. Walbrook, está en el corazón de la City, a dos pasos del Banco de Inglaterra. Lo cierto es que no se me ocurrió que las ruinas del templo de Mitra pudieran tener relación con la tumba de nuestro guerrero. Pero no hallé nada significativo en ese sector del laberinto. Y tus conclusiones me siguen pareciendo un tanto forzadas. Aunque reconozco que es lo único que tenemos.
Laura lo miró desde detrás de un suculento plato de huevos con beicon que Martha acababa de servirle. Después de tantos meses de guerra y racionamiento, la muchacha había llegado a pensar que los huevos con baicon habían desaparecido de la faz de la tierra. Sin embargo, allí estaban, junto a una cesta repleta de rebanadas de pan blanco y fragante, mantequilla fresca y una gran taza de café. Laura no comprendía cómo se las había arreglado para vivir lejos de Martha durante estos últimos años. La gruñona y adorable Martha.
- Tal vez no buscaste con suficiente detenimiento, David. Al fin y al cabo no sabías que ese era el sitio exacto.
- Bueno, tampoco tú lo sabes, solo lo supones.
- No lo supongo. Estoy segura -dijo Laura con cierta dificultad mientras masticaba un trozo de pan que previamente había hundido en la adorable yema de uno de los huevos.
Martha le dirigió una mirada de censura por comer y hablar a la vez, igual que habría hecho quince años atrás en circunstancias similares.
- ¿Cómo puedes estarlo? Son solo conjeturas.
Laura sonrió y se llevó el dedo índice a la nariz.
- Olfato de arqueóloga, tú mismo lo dijiste. Ahora termina el desayuno. Se hace tarde y tenemos que recoger varias cosas que nos harán falta.

ELOY M. CEBRIÁN (2010): Operación Beowulf. Editorial Oxford, El árbol de la lectura: Madrid. Páginas 165-168.

viernes, 11 de mayo de 2012

El día que nació el trigo

Laimonas Šmergelis
El sol posa sus rayos
en los campos de trigo.
La niña cubre de oro
los pliegues del vestido.
¡Qué hermosa está la niña
con sus rayos dormidos!
¡Que nadie los despierte!
Algunos se han movido.
¡Qué hermosa está la niña
con el rostro tranquilo!
¡Qué bien le sienta el oro!
¡Y qué precioso el trigo!
ANTONIO GARCÍA TEIJEIRO (2011): Cuentos y poemas para un mes cualquiera. Editorial Oxford, Col. El árbol de la lectura: Barcelona. Página 65.

El día que nació el trigo

Trigridia era una niña muy hermosa, una niña tan y tan hermosa, que cuando ella salía de casa el mismo sol se ocultaba detrás de las nubes para no tener que competir con sus dorados cabellos.
Una mañana se alejó del pueblo para dar un paseo, y se apartó tanto que llegó a un enorme campo de tierra yerma lleno de plantas salvajes, situado en un altiplano entre las montañas. Debido al esfuerzo, se sentó allí a descansar. Reclinó la cabeza junto a unas matas y, tras cerrar los ojos, se quedó dormida. Profundamente dormida.
Pues aquella planta era una adormidera.
La tierra, enamorada, al darse cuenta de la circunstancia, se apoderó de Trigridia. Primero la cubrió con briznas y hojas, después hizo que el viento arremolinara la maleza para ocultarla, finalmente se la tragó enterrándola bajo una fina capa de piedras y polvo.
Durante días, los padres de Trigridia y todo el pueblo la buscaron sin éxito. Durante noches, la tierra envolvió más y más el cuerpo de la niña. Así pasó el tiempo, llegaron las lluvias, y con ellas la primavera.
La tierra, enamorada, feliz, quiso que todos supieran lo dichosa que se sentía.
Entonces floreció en el campo la primera espiga dorada.
Una espiga con el color del cabello de Trigridia, su esbeltez, su hermosura, el brillo de sus ojos, la magia de su forma apuntando al cielo y la fuerza de su sonrisa, pues las espigas formaban medias lunas con los lados disparados hacia lo alto.
No fue la única espiga. En los días siguientes nacieron más y más, cientos, miles, como un canto de la tierra por el amor que sentía, hasta que todo el campo fue como un océano dorado que se movía al compás del viento formando olas armónicas.
Una mañana, una oruga se paseó por el rostro de Trigridia y ella, debido al cosquilleo, estornudó y abrió los ojos. Fue su despertar. Apartó la tierra que la cubría y se levantó sin apenas recordar nada. Después echó a correr y regresó al pueblo, donde ya todos la daban por desaparecida. Cuando contó lo sucedido, todos fueron al campo muy enfadados, pero allí se encontraron con aquel océano de oro.
Ni siquiera sabían qué era.
- Perdón -les dijo entonces la tierra-. Solo quería tener un poco de sol en mi interior.
Trigridia la acarició. Se cortó un mechón de cabello y lo enterró allí mismo, donde había estado dormida. Le prometió regresar al comienzo de cada estación, para hablarle y jugar con ella.
Los hombres llamaron trigridias a aquellas espigas, más tarde trigrias, y finalmente trigo.
Aunque eso sucedió hace cientos de años.

JORDI SIERRA I FABRA (2011): Cuentos y poemas para un mes cualquiera. Editorial Oxford, Col. El árbol de la lectura: Barcelona. Páginas 66-68.

jueves, 3 de mayo de 2012

Explosión de vida

"Las pintorescas tiendas de flores exhibían apretados ramos silvestres, rosas de todos los colores y unas calas de un exótico tono azul que no había visto nunca; el escaparate de una pastelería mostraba montones de dulces de hojaldre y unos panes grandes y redondos de aspecto crujiente; los puestos de fruta de la calle vendían manzanas, plátanos y peras de todas clases por piezas.
Irene pidió una pera japonesa, que le envolvieron en papel marrón. Le fue dando bocados mientras se maravillaba ante la cantidad de gente con la que se iban cruzando aquella mañana”.


CARMONA, Rocío (2011): La gramática del amor. Barcelona, La Galera, pp. 119-120.
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