lunes, 6 de octubre de 2014

Ciudad de huérffanos

Maks y Willa entran en la cocina.
Es una estancia de unos tres metros de ancho por tres de largo y en ella hay una mesa cuadrada, cubierta con un hule amarillo, y una lámpara, además de tres sillas y un barreño de plomo que hace las veces de fregadero. Los fogones son de hierro y, al lado, se ve un cubo de carbón, además de la despensa y una alacena con platos y cacerolas. También hay una fresquera, aunque la familia solo compra hielo durante los días más calurosos del verano. En invierno, para evitar que la comida se eche a perder, la colocan en las repisas de la ventana.
También hay un gran barreño de plomo, con una tabla de fregar que mamá utiliza para lavar la ropa y en el que, a veces, se bañan. En un estante sobre los fogones se pueden ver tras grandes planchas de hierro, que mamá también usa para trabajar.
No es mucho, aunque en la habitación no caben muchas cosas más.

Avi (2012): Ciudad de huérfanos. Editorial Bambú. Páginas 66-67.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Gennifer Albin: Las tejedoras de destinos

Es una gran tarta glaseada comprada en una pastelería. MI madre siempre ha preparado pequeños pasteles para nuestros cumpleaños, pero ninguno como esta elaborada tarta blanca con flores de azúcar y glaseado en forma de encaje. Sé que su precio equivale a los víveres de media semana. Lo más seguro es que se lo vayan comiendo de desayuno a lo largo de las semana mientras esperan el siguiente pago. Los delicados festones blancos que bordean la tarta me provocan retortijones en el estómago. No estoy acostumbrada a comer dulces, y no tengo hambre. Apenas puedo tragar unos cuantos pedazos de la carne demasiado hecha.
-Esta es exactamente la tarta que quiero hecha para mi cumpleaños -exclama mi hermana. Ella nunca ha tenido nada parecido a una tarta de pastelería. Cuando Amie llegó a casa de la escuela y vio esta, mi madre le prometió que le compraría una igual para su siguiente cumpleaños. Es algo importante para una niña que solo ha recibido pasteles caseros durante toda su vida, aunque lo que mi madre pretende obviamente es suavizar el inicio del periodo de instrucción.
-Tendrá que ser un poco más pequeña -le recuerda mi madre-, y no probarás ni un pedacito de esta si no terminas primero la cena.
No puedo evitar sonreír al contemplar cómo Amie abre mucho los ojos y empieza a llenarse la boca de comida, tragando deprisa. Mi madre la llama "comilona". Ojalá yo pudiera comer como ella cuando estoy entusiasmada, o nerviosa, o triste, pero los nervios me roban el apetito, y el hecho de que esta sea la última cena que voy a compartir con mi familia me ha formado un nudo en el estómago.
-¿Has comprado esta tarta para Adelice? -pregunta Amie entre bocado y bocado, dejando a la vista trozos de comida masticada.
-Come con la boca cerrada- la reprende mi padre, aunque las comisuras de su boca se curvan ligeramente hacia arriba.
-Sí, Adelice merecía algo especial hoy -la voz de mi madre suena tranquila, pero al hablar su rostro se ilumina y una leve sonrisa juguetea en sus labios-. Pensé que deberíamos celebrarlo.

Gennifer Albin (2013): Las tejedoras de destinos. Editorial Alfaguara. Páginas 16-17.

jueves, 31 de julio de 2014

Tesa. El despatx de don Baltasar de Garciherreros

Només em quedava per revisar la zona de la cuina que incloïa la sala d'estar que tant agradava a l'àvia i completava el cercle que el pis dibuixava al voltant del pati central.
La Remigia netejava verdura per al sopar, asseguda al costat de la taula de tapa de marbre que presidia la cuina.
-Què vols? -va preguntar sense alçar els ulls.
-Res, mirar.
La cuina era molt gran i podia ser un estudi dels avenços en material culinari dels últims anys. Al damunt del brillant fogó de carbó, original de la casa, hi havia el microones i una paella elèctrica. Dins de l'armari de fusta crua, una olla ràpida tafanejava a través de la reixeta de galliner de les seves portes. Un rentaplats s'amagava rere una cortina ratllada, sota de l'enorme safareig de pedra.
-Què hi ha en aquella porta?
-El rebost -va respondre tallant.
-I en aquella?
-El safareig i la meva habitació -va respondre impacient, i va afegir-: Però passa, filla, passa. No et quedis amb les ganes.
El safareig tenia, a més de la pila de granit, una rentadora i una assecadora i tots els trastos de planxar ordenats meticulosament en un prestatge. L'habitació de la Remigia era la més sòbria de la casa, només un llit estret, un armari desnodrit i una cadira. L'única decoració eren unes estampes i algunes fotos clavades amb xinxetes damunt del capçal. Rere d'una cortina, un vàter, una dutxa i un lavabo.

Pilar Molina Llorente (2013): Tesa. El despatx de don Baltasar de Garciherreros. Edebé. Premi Edebé de literatura juvenil: Barcelona. Págines 34-35.

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