El bocadillo no era como el del anuncio. En él se veía un pan enorme, crujiente, lleno a rebosar de queso que se fundía sobre el lomo y el beicon. Todo muy apetitoso. En cambio, el que se estaba comiendo era esquelético, el pan del día anterior, el queso no se fundía, el beicon escaso, y el lomo, dos papeles de fumar tan delgados que transparentaban. Un asco.
SIERRA I FABRA, Jordi (2010): Tester (Probador), Barcelona, Edebé, pàg. 72.
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