"En la cocina había mucha gente. Mi madre distribuía
en una bandeja redonda muy grande los granos de trigo cocidos y los rociaba con
almendras tostadas, trituradas y con azúcar. Al mismo tiempo discutía con mi tía
abuela Nadia si la cruz debía hacerse con almendras o con perejil. Por suerte
se impuso la opinión de mi madre: las almendras. En realidad, una cruz verde
quizá habría resultado más bonita; pero con perejil triturado nunca habría
estado aquel plato tan sabroso como con almendras, y eso era lo que más
importaba. Cuando la bandeja estuvo adornada, la tía Nadia puso una vela gruesa
en el hueco que había dejado libre en el centro y así quedó preparado el “rostro
de la misericordia”.
ABDEL-QADIR, Ghazi (2002): El regalo de la abuela Sara, Madrid. SM, El Barco de Vapor, pág. 39.
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