domingo, 8 de mayo de 2011

Le estoy hablando de bulimia...



“El doctor Peralta se arrellanó en el sillón giratorio de su despacho.
-Iré al grano. Lorena presenta numerosas lesiones dentales provocadas por el contacto repetido con ácido clorhídrico –declaró. Y tras sondear brevemente a su interlocutora, especificó-: Es ácido clorhídrico estomacal, expulsado por vómitos.
-¿Vómitos?
-Ya sé que puede parecerle sorprendente –el doctor carraspeó, incómodo-. También presenta una hipertrofia de las glándulas parotídeas, las productoras de saliva –añadió, consultando un informe-, y ocasionalmente he observado sangrado esofágico –lanzó una mirada conmiserativa a Virginia, que no acertaba a articular palabra-. La verdad es que en la última cita de su hija me pareció detectar un cuadro de intoxicación por el uso de vomitivos –se interrumpió, tanteando la reacción de su interlocutora, y añadió-: Creo que si se le hiciera un análisis de sangre encontraríamos restos de jarabe de ipecacuana. Es lo que sucede en estos casos.
[…]
-Le estoy hablando de bulimia, señora.
-¿Bulimia? ¿Pero qué está diciendo?” (p. 161-162)

“-Mi hija tomaba laxantes y diuréticos, ayunaba, hacía dientas y se machacaba con el deporte. Los episodios de voracidad y las prácticas para controlar el peso se sucedían: primero se daba la comilona y después se arrancaba los hipotéticos kilos de más. Estaba obsesionada con la silueta y el peso, la pobre” (p. 162).


CLAUDÍN, Fernando (2001): La serpiente de cristal, Madrid, Anaya, (Espacio Abierto, 92).

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