La temperatura era estival pese a que nos hallábamos a finales de octubre. Las castañeras, escotadas y remangadas, se afanaban en mantener y avivar el rescoldo y hacían saltar centellas de fuego entre las castañas y los boniatos. El aires se llenaba de olor a castañas tostadas, pero no me apetecían como otros años porque hacía demasiado calor para quemarme y tener que soplarme las yemas de los dedos.
LIENAS, Gemma (2009): Así es la vida, Carlota, Barcelona, Planeta, p. 54.
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