“Hay personas que asocian las ganas de comer con la salud y hasta con la felicidad misma. Para ella, no había mejor noticia que el apetito de sus dos hombres, o sea, mi padre y yo. El desayuno fue como para ir de expedición al Himalaya. Primero, un zumo de naranja, después un tazón de cereales seguido de tortitas con miel y tostadas con mermelada casera de manzana. ¡Un festín! Cuando me lo terminé todo, creí que iba a estallar como un sapo.
-¿Quieres algo más?
-Si meto algo más en el cuerpo, reviento.
-Tú lo que necesitas es comer, que estás en edad de crecer. Todos los días pareces cambiar de talla y no comes lo suficiente, por eso estás más flaco que la radiografía de un silbido. Luego, ya se sabe…”
ÁLVAREZ, Blanca (2005): El escritor asesino, Barcelona, Edebé, p. 94.
No hay comentarios:
Publicar un comentario