domingo, 13 de mayo de 2012

Operación Beowulf

Mariona Cabassa (2002): Cuento para contar mientras se come un huevo
Eran las siete de la mañana del miércoles y Laura y David desayunaban en la gran cocina de la mansión Phillips. La luz de aquel día de mayo penetraba con fuerza por la gran ventana arrancando reflejos dorados de los recipientes y utensilios que colgaban de las paredes. El aparato de radio estaba encendido y sintonizado con la BBC. Un locutor leía el último parte de guerra y alertaba a la población de la presencia de espías enemigos (una advertencia de lo más oportuna, como Laura sabía muy bien). Luego sonó el "Dios salve al Rey". De no ser por la cháchara bélica que brotaba del aparato de radio, a Laura le habría resultado fácil imaginar que aquella era una escena recuperada de su infancia. Los deliciosos olores, las vajillas de porcelana de su madre reluciendo en los aparadores, la primavera inglesa restallando en el jardín, justo al otro lado de la ventana, la familiar imagen de Martha (algo más canosa, algo más encorvada) atareada en los fogones... todas eran imágenes tan familiares que, si entornaba los ojos y dejaba vagar su imaginación, la muchacha podría llegar a creer que volvía a tener diez años. La infancia había quedado muy atrás y era necesario tomar decisiones de adulto si es que querían tener alguna posibilidad de librar a la familia de David de las garras de los nazis.Y a ese propósito, a tomar decisiones y trazar planes, habían dedicado buena parte de la noche. Entre ambos apenas sumaban cinco horas de sueño, pero ninguno de los dos se sentía fatigado. La madrugada los había sorprendido discutiendo el plan de acción para el día siguiente, ahora que estaban seguros de dónde debían buscar la tumba. O por lo menos Laura lo estaba, aunque David no podía evitar mostrase escéptico.
- No sé qué decirte, Laura. Te repito que he explorado esa zona de los túneles. Walbrook, está en el corazón de la City, a dos pasos del Banco de Inglaterra. Lo cierto es que no se me ocurrió que las ruinas del templo de Mitra pudieran tener relación con la tumba de nuestro guerrero. Pero no hallé nada significativo en ese sector del laberinto. Y tus conclusiones me siguen pareciendo un tanto forzadas. Aunque reconozco que es lo único que tenemos.
Laura lo miró desde detrás de un suculento plato de huevos con beicon que Martha acababa de servirle. Después de tantos meses de guerra y racionamiento, la muchacha había llegado a pensar que los huevos con baicon habían desaparecido de la faz de la tierra. Sin embargo, allí estaban, junto a una cesta repleta de rebanadas de pan blanco y fragante, mantequilla fresca y una gran taza de café. Laura no comprendía cómo se las había arreglado para vivir lejos de Martha durante estos últimos años. La gruñona y adorable Martha.
- Tal vez no buscaste con suficiente detenimiento, David. Al fin y al cabo no sabías que ese era el sitio exacto.
- Bueno, tampoco tú lo sabes, solo lo supones.
- No lo supongo. Estoy segura -dijo Laura con cierta dificultad mientras masticaba un trozo de pan que previamente había hundido en la adorable yema de uno de los huevos.
Martha le dirigió una mirada de censura por comer y hablar a la vez, igual que habría hecho quince años atrás en circunstancias similares.
- ¿Cómo puedes estarlo? Son solo conjeturas.
Laura sonrió y se llevó el dedo índice a la nariz.
- Olfato de arqueóloga, tú mismo lo dijiste. Ahora termina el desayuno. Se hace tarde y tenemos que recoger varias cosas que nos harán falta.

ELOY M. CEBRIÁN (2010): Operación Beowulf. Editorial Oxford, El árbol de la lectura: Madrid. Páginas 165-168.

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