miércoles, 17 de octubre de 2012

La habitación del pan

Esa tarde olía a pan: pan dorado, de miga esponjosa y corteza crujiente; pan tan tierno que se deshacía en la boca dispuesto a saciar el hambre. El pan arenoso y negro, el pan de pobres, desapareció del obrador llevándose la angustia y dureza de los tiempos que corrían. Cuando, más adelante, Josep le explicó el significado de la expresión “pan de ansias”, la memoria de Ramón viajaría de golpe a esa tarde julo. El “pan de ansias” era un pan pequeño que ofrecían los novios en la ceremonia de la iglesia como símbolo de un momento irrepetible.
[…]
Dibujó la artesa, la mesa donde se amasaba, el horno, los sacos de harina, las palas de meter y sacar el pan del horno, el tirabrasas, la espátula, el recipiente de la levadura y el cepillo de barrer la harina; también los panes, colocados en las paneras, las tortas de encima del mostrador, el saco de los mendrugos, los moldes de papel de las magdalenas, los cuencos del azúcar y la sal, los saquitos de almendras y piñones, las hueveras…
[…]
Reanudaron la conversación interrumpida por la visita de la muchacha, pero esta vez el pan (el pan, ¡cómo no!) también tuvo algo que ver: Roser cortó unas rebanadas, las regó con vino y las espolvoreó con azúcar moreno; entonces, Josep (un poco suelto por el vino y el calor) les contó más cosas de la muerte.
-Una vez estuve en un funeral en Banyoles. La familia, bastante acomodada, por cierto, vivía en una masía del S. XVI; me enseñaron una estancia a la que denominaban “la habitación del pan”. Al abrir la puerta me envolvió un olor impresionante: había allí más de un centenar de hogazas de kilo, colocadas en anaqueles de mimbre; eran para repartirlas entre los asistentes al duelo, una para cada uno. “¡Hay que cumplir las tradiciones hasta en los malos tiempos!”, me dijeron.
Ramón se imaginó la habitación llena de pan y pensó que más de uno iría al entierro por la hogaza, no por decir el último adiós al difunto. Y dejó vagar la imaginación en tanto Josep, achispado por el vino y el azúcar, proseguía con su relato sobre el pan de ánimas, el pan de ángel, el pan de munición y otras muchas curiosidades que el dibujante no se molestó en memorizar.

CABEZA, Anna (2010): Un día de trigo, Madrid, Bambú, pp. 69-75.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

ENGRANDEIX EL TEXT