viernes, 5 de octubre de 2012

Robinson contado por las alimañas

Se puso de pie y miró alrededor. Recorrió la playa de un extremo a otro dando muestras de pesadumbre: revolvié1ndose los cabellos y agitando los brazos.
- ¡Sin nada que comer! -murmuró inquieto-. Voy a morirme de hambre.
¿Morirse de hambre en nuestra isla? Me pregunté si estaba ciego, mas el que no sabe es como el que no ve. Junto a la playa crecían palmeras, árboles y arbustos cargados de frutos sabrosos: cocos, dulces caimitos, guayabas, buritis de palmera, piñas, dicuris de cocotero, açaís y rojas pitangas, castañas de sapucaia y cientos más de las muchas frutas que nuestra selva de la Mata Atlántica ofrece a quien tiene hambre. Incluso los frutos de la macaúba son comestibles o eso cuentan.
Eso cuentan pues yo de todo esto nada como, las hierbas no me gustan. Con todo, una vez que estaba descompuesto, comí guayaba para curar la diarrea y me supo bien. Pero una vez curado, seguí con mi dieta de... bien, ya sabéis lo que comemos los tigres.
Sin embargo Tinga, no siendo capaz de distinguir estos frutos o creyendo que todos eran venenosos, se conformó con beber un poco de agua de un arroyuelo que desembocaba en la playa y mascar un bocado de tabaco. Después subió a un caimito y, rodeado de frutos, se preparó a dormir, tan hambriento que sus tripas rugían. Era como si un tigre se echase a dormir en medio de una camada de ratones y ardillas diciendo que no tenía nada que comer. Absurdo, como tantas acciones de él que más tarde habrían de sorprenderme. Por el momento, como estaba cayendo la noche, entré en la selva, pues debía buscarme la cena. Tanto pensar en lo que podía comer Tinga me había causado una enorme gazuza.

ALEIXANDRE, Marilar (2011): Robinson contado por las alimañas. Editorial Oxford, El árbol de la lectura. Serie infantil; 39: Madrid. Páginas 23-25.

Ficha de la editorial Oxford: CLICA AQUÍ.
Cuaderno de desarrollo lector: CLICA AQUÍ.

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