A esa misma hora, en la cocina de la casa de Alexandra, su padre Julio estaba mojando una tostada con mantequilla y mermelada en el café con leche.
-¡Alexa, vamos, arriba, que llegas tarde! –gritó.
Julio se entretuvo en mordisquear sin ganas la tostada.
Por las mañana él no tenía hambre, pero se obligaba a tomar algo porque había leído que el desayuno era muy importante.
Volvió a mojar la tostada, y mientras la mermelada se escurría hacia la taza, él se apresuró a darle otro mordisco.
SANTIAGO, Roberto, ARMERO, Ángela (2012): Alexandra y las siete pruebas, Barcelona: Edebé, p. 69.
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