martes, 20 de marzo de 2012

Pizza andaluza

“Ahora, todo el protagonismo es de las niñas. Bajo la supervisión de su abuela, sacan del horno –apagado hace una hora- una gran bandeja plateada. Contiene una masa plana y tostada, difícil de identificar. Tal vez pizza, quizá empanada, o pan dulce para tomar con aceite y tacos de queso… Las gemelas dejan la bandeja sobre la mesa, observan con expresión triunfal a su sorprendido padre, trocean la torta y la sirven en porciones desiguales, como hacía su madre. El muchacho y su padre son los primeros en probar la novedad.
-¡Está buenísimo! –reconoce Nacho.
-¿Dónde habéis comprado esto? –pregunta el padre.
Las gemelas se ríen, miran a su abuela y explican que ella les ha enseñado, esta tarde, una antigua receta andaluza. Primero han hervido agua en una cazuela Después la han llenado con los mendrugos de pan duro que suelen tirarse y que la abuela guarda siempre. Sobre el pan empapado se cascan dos huevos, y todo es machucado y revuelto a conciencia. La pasta resultante es sazonada con sal, pimienta y tomillo. Se agrega cebolla picada y se mete en el horno. Cuando alcanza el dorado oportuno, la nueva pasta es rociada con salsa de tomate, aceite de oliva y un chorrito de café cargado.
-¿Te gusta, papá?
-Creo que la abuela ha inventado una pizza mejor que la italiana.
-No, papá. Esta torta se comía en Sevilla después de la guerra, cuando la gente era pobre y había cartillas de razonamiento.
-¿En serio?
-Sí, papá. Fueron los soldados italianos, los que vinieron a la guerra de España. Quienes copiaron la receta y la llamaron pizza.

AYLLÓN, José Ramón (2009): Otoño azul, Madrid, Bambú, pp. 64-65

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