"Debo confesar un pecadillo
que el médico no me perdonaría. Tenía puerros con patatas para comer. Y bacalao
fresco en salsa.
Pero hacía mucho que no me
sentía tan bien, sano y pletórico de energía, dispuesto a conquistar el mundo…
El caso es que, a la vuelta de mi paseo por la playa, puse a calentar unos
callos.
Después, abrí una botella de
vino.
Comí hasta hartarme."
LERTXUNDI, Anjel (2001): Cuaderno de tierra firme, Madrid:
Santillana, pág. 39
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