viernes, 19 de abril de 2013

Desayuno con mermelada de frambuesa

Mi padre había salido a las seis y media de la mañana a comprar el periódico y se encontró con la pintada debajo de la ventana de la cocina. En el desayuno, mientras untaba mermelada de frambuesa en una rebanada de pan integral, hundió de repente el cuchillo casi hasta el mango en el fondo del boto, y con su voz pausada dijo:
-¡Muy bonito. Vaya sorpresa. ¿Qué se ha tramado Su Excelencia para que nos honren con esta distinción?
Mi madre dijo:
-No la tomes con él desde por la mañana. Ya tiene bastante con que los niños le incordien.
Mi padre iba vestido de color caqui, como casi todos los hombres del barrio en esa época. Tenía los ademanes y la voz de una persona que siempre tiene la razón. Sacó con el cuchillo una compacta masa de frambuesa del fondo del bote, cubrió uniformemente las dos mitades de la rebanada, y dijo:
-La verdad es que en nuestros días, casi todos usan el apelativo traidor con demasiada facilidad, pero ¿quién es traidor? Ciertamente, alguien sin honor. Uno que a escondidas, por la espalda, a cambio de algún dudoso beneficio, ayuda al enemigo en contra de su pueblo. O para perjudicar a su familia y a sus amigos. Es más despreciable que un asesino. Y por favor termínate el huevo. El periódico dice que en Asia la gente se muere de hambre.
Mi madre arrastró el plato hacia ella y se comió el huevo y el resto del pan con mermelada, no por hambre sino por amor a la paz. Dijo:
-El que ama no traiciona.
Esas palabras de mi madre no iban dirigidas ni a mí ni a mi padre; a juzgar por su mirada, parecía estar refiriéndose al clavo que había encima del frigorífico de la cocina, que no cumplía ninguna función.

Amos Oz (2010): Una pantera en el sótano. Siruela / Colección escolar de literatura; 30. Madrid. Páginas 29-30.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

ENGRANDEIX EL TEXT