lunes, 22 de agosto de 2011

Una cena de honor




Eran las últimas horas de luz del día y la carroza que iba a llevarles a Roma estaba casi lista. El dux había organizado una cena en honor de los viajeros y allí estaban todos los hombres ilustres de Génova. Por primera vez, a los tres discípulos los invitaban a comer en el mismo lugar que los nobles. Juan Bautista devoraba un pedazo de venado asado y bebía vino en abundancia para que el manjar le bajase al estómago. Su compañero López estaba más acostumbrado a algún que otro banquete, pero él, el hijo de un modesto herrero, no había probado delicias más allá de la “olla podrida”, a la que, por cierto, nunca había hecho ascos, y alguna liebre chamuscada en las festividades importantes. En los viernes de Cuaresma siempre se comían sardinas en la fragua de Miguel Martínez del mazo y eran estos los días favoritos de Juan bautista, que se olvidaba unos instantes del pan, los huevos y el tocino diario.

JUÁREZ, Jorge M. (2011): La misteriosa fragua de Vulcano, Madrid, Bruño, pág. 114. Paralelo Cero, 69.

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