jueves, 19 de mayo de 2011

Una dulce amargura

chocolateamargo
“Abrió el cajón de la mesilla de noche. Efectivamente, todavía le quedaba una tableta de chocolate. Se volvió a dejar caer en la cama y empezó a desenvolver el papel de plata con mucho cuidado. Era una suerte que su habitación diera al este porque, aunque el chocolate estaba blando, todavía no se había derretido. Partió una onza, la volvió a partir por la mitad y se metió los dos trozos en la boca: ¡la dulzura de una caricia amarga! Una dulce amargura que acaricia, una caricia dulce que amarga. Acariciar con dulzura, llorar amargamente. Eva se metió rápidamente otro trozo de chocolate en la boca y se estiró. Se quedó tumbada con los brazos cruzados debajo de la nuca, la rodilla derecha flexionada y el muslo izquierda apoyado sobre ella, y se miró fijamente el pie izquierdo, descalzo. Qué delicado parecía en comparación con sus pantorrillas y sus muslos gordos y amorfos. Balanceó el pie muy levemente hacia arriba y hacia abajo y se dio cuenta de lo bonitas que eran las uñas de sus dedos. “Tienen forma de media luna”, pensó” .
PRESSLER, Mirjam (2009): Chocolate amargo, Madrid, Anaya, (Espacio Abierto, 140), p. 19.
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